La polémica de Pozuelo reabre el debate que cuestiona las manifestaciones religiosas en los lugares públicos.
Hace unas semanas saltaba la noticia: una niña había sido expulsada por llevar el yihab en las instalaciones de un instituto público de Madrid. Al parecer, tras previos avisos, la familia de la joven se negó a que Najwa Malha, que así se llama la niña, acudiera a sus clases sin el velo.
Pero, ¿se deben permitir las manifestaciones de las creencias religiosas?, algunas de ellas, ¿son considerados elementos de represión?, ¿para quién?, ¿conocemos realmente las diferentes opciones religiosas con las que convivimos?, ¿sabemos coexistir con ellas? Son preguntas que se me vienen a la cabeza cuando pienso en el citado asunto.
La decisión del Consejo Escolar del Instituto Camilo José Cela de Pozuelo de mantener el reglamento que prohíbe el uso del velo islámico es, cuanto menos, controvertido: ¿Se trata de un acto para eliminar la represión o es un síntoma de la intolerancia que existe entre gran parte de la población española? No dejo de plantear preguntas al aire pero es que no entiendo nada. Mis dudas se agudizan cuando, después de unos días de polémica, un segundo instituto opta por cambiar, de un día para otro, su reglamento interno para prohibir también, el uso de este elemento de distinción musulmana.
Me siento en la obligación moral de recordar que nos encontramos en una sociedad que, le pese a quien le pese, podemos decir que es multicultural, lo que significa que "está caracterizado por la convivencia de diversas culturas" (1) . Así lo recoge el diccionario de la Real Academia Española. Sin embargo, considero que se trata solamente de un concepto que no encuentra su realidad en nuestro país.
Para una mujer musulmana, el yihab, es un símbolo de identidad y respeto en su comunidad. Es cierto que, en muchos lugares, su imposición es un claro ejemplo de discriminación pero, ¿es esto lo que está ocurriendo en nuestro país?, realmente las mujeres que viven en nuestra sociedad y llevan el velo ¿lo hacen presionadas o por voluntad propia? Es probable que algunas se vean obligadas a llevarlo, pero no todas. Individualicemos. La libertad es el elemento más preciado que tenemos. Aceptar y saber vivir en una sociedad multicultural nos enriquece sobremanera: ver más allá de nuestro ombligo nos posibilita entender, convivir, descubrir nuevas formas de vida y compartir la nuestra.
Los valores que se cuestionan son demasiado trascendentales como para que un Consejo Escolar de un centro tome parte directa en el asunto e imponga su voluntad sobre ellos a los alumnos de todo un instituto que, recuerdo, están formando e inculcando valores, con su actividad, que condicionarán su evolución en un futuro.
Haciéndoles crecer con prohibiciones de este tipo no permitiremos que tengan un desarrollo dirigido hacia la tolerancia, la convivencia, el respeto y comprensión de las diferentes culturas. Si la Constitución deja claro que las tienen derecho a llevarlo ¿qué potestad tiene el instituto de prohibirlo? De nuevo: imposiciones y vetos. Pero, ¿quién obliga y prohíbe realmente a quién? En ambos casos se trata de abusos de poder que, para que no se sucedan deberán ser regulados con normas que se impongan por encima de cualquier voluntad.
De nuevo, una ley tiene que regir nuestro comportamiento. No somos capaces de entendernos sin imposiciones. Así, la reforma de la actual legislación sobre Libertades Religiosas genera más expectación que nunca. Lo que no sabemos es cuánto tiempo tardarán en ponerse de acuerdo a la hora de modificar su texto, hagan sus apuestas. Sin duda, el tema genera ese ruido social que a los políticos tanto les incomoda y condiciona.
(1) Real Academia de la Lengua Española
Redacción: MadMarta Dueñas
Foto: Google
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