sábado, 1 de mayo de 2010

La Cultura y el segundo plano

La cultura ha sido relegada a un segundo plano. Ser culto ya no se estila. Es perfectamente lógico y comprensible que lo que más preocupe a la gente sea llegar a fin de mes, pero ¿Qué queda después? ¿Y qué preocupa a las personas que no tienen más responsabilidades que las de su propia formación?

El panorama es desalentador. Los últimos estudios realizados en el ámbito educativo nos convierten en una sociedad sobre la que extiende la sombra del fracaso escolar. La escuela se ha convertido para muchos en un espacio en el que pasar el rato, evitando la entrada en el mundo laboral; no es un lugar para la madurez, sino una excusa para prolongar la niñez. Los planes de estudio se reforman y están al servicio, como tantos otros proyectos, de la disputa política. Pero ¿a qué se ajustan? Los resultados son los mismos: desciende el nivel educativo, se suavizan las exigencias académicas y se empobrecen los contenidos. Da la sensación de que a este ritmo, dentro de unas décadas, nos daremos palmadas en la espalda por ser una sociedad alfabetizada.

Es más, mucho más. Los hábitos que no inculcan unos padres o unos maestros, y que tampoco se fomentan en otros círculos, hacen al jóven perder cualquier interés –más bien, impiden la aparición del mismo- hacia la Cultura. Cultura que no se limita a los temas abordados en esta bitácora. La Cultura es el bagaje que nos acompaña durante toda nuestra vida, es el rendimiento intelectual con el que nos enfrentamos a todo cuanto hacemos, la acumulación de recuerdos, la sensibilidad, la educación, el razonamiento.

Todo esto se percibe en los niveles más básicos. Asistimos impasibles a comportamientos inaceptables y al perjuicio social que causan. ¿Cuándo se ha extendido la moda de la mala educación? ¿Por qué la agresividad, la intolerancia y los malos modales se han infiltrado entre nosotros? La gravedad de este problema no reside únicamente en su extensión; es la actitud ante él, ya no es vergonzoso ser maleducado y/o inculto, sino que se considera sintomático de la rebeldía, el liderazgo y de una mal enfocada libertad. Esta actitud es intolerable por varios motivos: Por un lado, es indignante para todos aquellos que no tienen el privilegio de poder cultivarse; por otro lado, esta interpretación de la rebeldía es una patada histórica para todos aquellos que han luchado contra sistemas y normas contrarias al progreso y al bienestar de la sociedad –sobre los cuales los rebeldes sin causa están muy lejos de saber nada- .

Hoy en día, se respeta la libertad por la libertad, confundiendo la capacidad racional de tomar decisiones de las que responsabilizarse con la ausencia total de normas de convivencia y de respeto. El pánico a la censura nos permite utilizar, de forma gratuita, esa libertad para justificar lo injustificable. No es verdad el tópico de que la ignorancia de la felicidad. En los mayores momentos de felicidad uno está seguro de lo que siente y de lo que sabe. El conocimiento nos eleva, no por encima de nadie, sino de nuestro propio yo, nuestra víspera. El progreso personal y colectivo nos hace felices; y esto es algo que no debería pasar nadie por alto. Devolvámosle la importancia que merece.

No hay comentarios:

Publicar un comentario